Pater Josef Kentenich Portraits

“Nuestro Santuario es la catedral del amor para el tiempo de hoy. En sus muros ha de quebrarse el dolor de la humanidad actual. En su interior habita el amor a Dios y a las almas en un modo extraordinario. En su paz se tranquiliza hasta el corazón más atormentado porque está con el Padre y con la Madre.”

J. Kentenich

 

Ayunadores que están ya por debajo el límite

“Si echan una mirada general al tiempo actual, encontrarán: hay millones de personas que son demandantes de amor, que esperan y esperan que se les regale amor. ¿Comprenden esta expresión: ‘demandantes de amor’? Ellos son ayunadores en el campo del amor, demandantes o ayunadores”, así describe la situación el Padre Kentenich ya en los años ’50. Hoy esto es todavía más craso.

Una persona que está “desnutrida” en su hambre de amor cae anímicamente por debajo del mínimo existencial. El periodista Frank Schirrmacher ha publicado un libro con el título: “Minimum”. En este libro examina la importancia que tiene la familia para que la sociedad pueda sobrevivir. Su mensaje: la familia es el elemento irrenunciable, mínimo, si nuestra cultura ha de tener futuro. La familia hace resistente a la sociedad contra las catástrofes. Y cuando llegan las catástrofes el futuro se halla en las familias, pues éstas tienen la fuerza para edificar una cultura nueva, mejor.

El motivo de esto radica en la forma especial de “justicia social” que se aplica en una familia sana. Una historia ejemplifica esto. Se llama

La cuenta de una madre

Un niño tuvo la idea de pasarle una cuenta a su madre por todas sus ayudas del último tiempo: tres veces fue a hacer unas compras, esto vale cuatro euros, dos veces lavó los platos, lo que vale dos euros, etc. La madre no le dio el dinero sino otra cuenta: tantas horas velé junto a tu cama cuando estabas con fiebre alta; tantas veces cociné, zurcí agujeros, etc. Puso muchas cosas en su lista. Pero en cada uno de los ítems, en lugar de indicar un precio, escribió: “Nada”. Así la suma daba: “Nada”.

El amor no calcula sino que da con sobreabundancia, tanto como el otro necesita. Dios Padre le regala esta clase de “justicia” a sus hijos: una dedicación de amor infinita, tanto como cada uno necesita para saciar su hambre de amor. Este es el secreto de su misericordia. El mundo de hoy necesita esta clase de dedicación puesto que precisamente el anhelo incumplido de amor que padece el hombre de hoy es muy grande.

En Schoenstatt, Dios, el Padre misericordioso, se ha puesto nuevamente en camino hacia el hombre hambriento de amor. Así experimentan al Santuario de Schoenstatt hombres de todo el mundo.

En su paz se tranquiliza hasta el corazón más atormentado”

El Padre Kentenich dice: “Nuestro Santuario es la catedral del amor para el tiempo de hoy. En sus muros ha de quebrarse el dolor de la humanidad actual. En su interior habita el amor a Dios y a las almas en un modo extraordinario. En su paz se tranquiliza hasta el corazón más atormentado porque está con el Padre y con la Madre ... Desde aquí ha de llegarle la verdad, la paz y el amor al mundo pobre y apremiado.”

Muchas personas experimentan en sí mismas cuán ciertas son estas palabras. Una mujer que se sintió desde pequeña como una hija no querida y hasta hoy tiene muchos problemas por esto, escuchó en Schoenstatt por primera vez acerca del don de la filiación divina y experimentó en el Santuario: Dios me ama personalmente. Ella dice: “Esto ha sido para mí una liberación después de muchos años. Dios me ha dado a mí personalmente un valor que no viene de mis padres y que ellos no me pueden arrebatar.”

Frank Schirrmacher saca a luz en su estudio “Minimum” el siguiente hecho: cuando resulta bien la constitución de una familia, hay una mujer detrás de ello. Las mujeres velan para que nadie quede disminuido, las mujeres median, las mujeres tienen siempre algo para dar incluso cuando no hay más nada material. “Y entonces siempre, cuando desaparecen los recursos y hace falta la justicia existencial, llega la hora de la mujer”, escribe Schirrmacher. Lo que Schirrmacher pone aquí de manifiesto, lo experimentamos en otro nivel: también al anunciar a Dios Padre como el Bondadoso, el que ama a los hombres, evidentemente llega “la hora de la mujer”, la hora de la Santísima Virgen. Llama la atención cuán positivamente reaccionan ante María Santísima personas que no saben más nada de la fe. Las experiencias con el Santuario peregrino lo muestran. El vínculo a Ella ayuda a desarrollar una enorme confianza ante el Dios bondadoso, quien es bueno con nosotros independientemente de cuán buenos o miserables seamos nosotros.

La Santísima Virgen se acerca al mundo con su amor”

Así resume el Padre Kentenich el modo como experimentamos el actuar de María Santísima en los Santuarios de Schoenstatt. Esto vale precisamente para personas que están en situaciones difíciles. Para ellas a menudo es difícil entender por qué Dios no ayuda, no quita un dolor, no envía los medios necesarios para la existencia. La cercanía de la Madre de Dios se extiende también a estas situaciones. Las palabras del Padre Kentenich acerca del Santuario como una “catedral de amor para nuestro tiempo”, en cuya paz “también se tranquiliza hasta el corazón más atormentado porque está con el Padre y con la Madre” se pueden experimentar así literalmente.

Una mujer escribe: “Me puse en camino para elaborar el aborto. Tenía que haber alguien que me escuchara. Al levantarme ayer de mañana encontré la solución: voy al Santuario. Allí espera la Terapeuta: la Madre de Dios. Ella siempre tiene tiempo y sus dos oídos están abiertos, pero sobre todo está abierto su corazón.” Un testimonio así transmite una gran experiencia de cercanía de María en el Santuario. Y cuánta ayuda humana y sobrenatural se requiere hasta que una experiencia así prenda. El Padre Kentenich reza muy conscientemente:

“Cuando consideramos nuestras propias fuerzas
toda esperanza y confianza flaquean.
Madre, a Ti extendemos las manos
e imploramos abundantes dones de tu amor.”

Las personas con corazones “atormentados” necesitan estos dones de amor.

Islas de misericordia

“Queridos hermanos y hermanas, cuánto quisiera yo que los lugares en los que la Iglesia se muestra ... lleguen a ser islas de misericordia en el mar de la indiferencia”, así escribe el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de 2015.

Tales islas de misericordia han sido llamadas a la vida por María Santísima a través de sus Santuarios de Schoenstatt. Solo Ella sabe cuántas personas – creyentes y aparentemente no creyentes – se refugian en Ella en sus penas espirituales. Los milagros que obra la Madre, Reina y Victoriosa tres veces Admirable de Schoenstatt en sus Santuarios no son curaciones físicas. Son milagros de transformación interior para que las personas que ya dan todo por perdido vuelvan a vivir. Y a quienes Ella ayuda las utiliza como instrumentos para transmitir esto a otros. Alguien escribe: “He tenido la experiencia de tantas personas en mi vida que lastiman. Pero cuando uno lo mira más de cerca constata que lo que hacen en realidad es pedir auxilio. Estaban buscando algo, sin saber qué. Quien no conoce a Dios está perdido. Por eso Schoenstatt me hace tanto bien. Cada vez que estoy por perder la esperanza por el mundo, vengo aquí y experimento que hay personas que viven su amor y lo llevan al mundo. Sin esta experiencia yo no podría vivir.” La experiencia del amor personal de María Santísima es una fuente de fuerzas para no quedar entregado sin defensa a circunstancias indignas del hombre.

Los Santuarios de Schoenstatt son lugares en los que la Iglesia se muestra como isla de misericordia en el mar de la indiferencia. Aquí se hace palpable la cercanía de Dios Padre misericordioso, su misericordia llega a la tierra: a través del Santuario, a través de la persona de María Santísima. A través de diversas comunidades de Schoenstatt donde los hombres encuentran apoyo. Desde el Santuario como una “catedral de amor” se extiende una red de amor en el mundo que lleva la misericordia de Dios a la vida diaria.


© Secretariado Padre José Kentenich